
El trauma de la guerra y el impacto que tiene para los que se han quedado en casa y ya no reconocen a quienes regresan con el alma cambiada para siempre. De esto habla Triage , la película que le dio ayer una gran apertura a la cuarta edición del Festival Internacional de Roma, del director bosnio Danis Tanovic. Famoso en todo el mundo tras ganar, en 2002, el Oscar a la mejor película extranjera con No Man´s Land , Tanovic regresó con Triage al mismo tema, pero desde la óptica de las emociones que quedan adentro después de la guerra.
Con un cast magnífico -Colin Farrell, Paz Vega y el legendario Christopher Lee-, Triage se basa en la novela homónima de Scott Andersen, corresponsal de guerra en Uganda, Beirut, Chechenia y Bosnia. Con magnífica fotografía, escenas muy fuertes y excelente música del compositor argentino Lucio Godoy, cuenta la historia de un ávido fotógrafo de guerra (Farrell) que viaja junto a su amigo del alma, Jamie Savis, al Kurdistán iraquí en 1988, en vísperas de las masacres con gas realizadas por Saddam Hussein.
En esta tierra castigada por las guerras, los reporteros descubren a un médico, interpretado por el excelente actor bosnio Branko Djuric, que dirige un atroz hospital de campaña enclavado en una gruta. Allí el aire es irrespirable y ni siquiera hay agua corriente.
El doctor tiene un sistema para seleccionar a los heridos muy particular. Les pone un cartelito amarillo a los que piensa que puede salvar y uno celeste a los que están demasiado graves. A éstos él mismo les dispara un tiro en la cabeza para evitarles sufrimientos. De ahí el triage , que alude a una práctica muy normal en las guardias de los hospitales, donde se ordena a los pacientes sobre la base de su gravedad.
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